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Un sello de autor
Arena en la boca es un poemario donde pasado y presente se observan frente a frente, desafiándose continuamente en el difícil juego entre protagonistas y antagonistas. Alrededor, los vínculos y sus heridas, la añoranza y la melancolía, personajes relevantes y, en absoluto, secundarios. También, aves que buscan y regresan en un ciclo que no se detiene, que construyen nidos y anticipan despedidas.
Está lleno de puertas y cada una de ellas, una vez abiertas, no nos constriñen a un habitáculo, sino a un horizonte donde tierra, mar y aire se aúnan, nos tientan a tomar el vuelo a través de un caleidoscopio, cuyos espejos forman un prisma triangular donde el recuerdo, la soledad y el amor son pilares que multiplicarán sensaciones. El lector puede volverse pájaro y migrar, surcar distancias entre los propios continentes que conforman el sí mismo. Océanos y estelas, puertos que sólo constituirán lo transitorio de las vivencias; posos que asentarán con cada partida, con cada retorno. Penélope dejará de esperar a Ulises, los charcos nos ofrecerán la posibilidad de saltar en ellos, nos obnubilaremos con el guiño de un atardecer.
La autora, en muchos de sus poemas, establece símiles que se estremecen por su fuerza evocadora, como cuando menciona el verano y el invierno. Uno, con su luz rojiza y ámbar, con sus días inmensos, representa el culmen, el deseo, la despreocupación de la juventud y los tiempos en que no existía reloj que anunciara finales. Miel, entelequia, potros salvajes, la eternidad sacada a bailar bajo un cielo raso. Otro, temperamental y desprovisto de pieles que asomen al descuido, revela el yerto recogimiento y el olvido en su paulatina erosión. A veces, incluso se confrontan y se miran a los ojos.
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