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SINESTESIA
Escrito por Miguel Luc.
La lectura siempre se ha asociado a la metáfora de cruzar un portal…
Tan sencillo como preparar un buen café, acomodarse en un sofá mullido y abrir el libro. La experiencia es trascendental, el viaje extático que se produce en segundos está asegurado. Lo observamos absolutamente todo desde nuestra omnipresencia, sumergidos en un mundo donde hemos sido amablemente invitados de forma anónima. Al fin y al cabo, cuando leemos un libro nos están regalando una vida, una emoción, un abrir y cerrar de ojos que nos hace más sabios.
Pero la experiencia de leer un libro no se reduce solamente a fijar detenidamente las palabras que ofrece el creador. Hay mil formas de vivir tal experiencia contando con el acompañamiento de otras artes, como la música o el cine. Hace tiempo coincidí con un viejo amigo que prefería leer escuchando música punk. El otro día, una vecina me comentó que ella era tremendamente feliz leyendo con música épica de fondo en YouTube. Para ellos, música y literatura estaban unidos en una perfecta sinestesia: podían oír las palabras, cómo se entremezclaban en el papel, cómo sabían a derrota o victoria, amor, odio, envidia, fortaleza.
Y cómo la lealtad o el sufrimiento se podía tocar con las manos o fundirse en un ruido estruendoso.
Una de las artistas que plasmó este cúmulo de sensaciones en el papel y se valió del poderoso instrumento de la música como canalizador de la sinestesia más empática fue María Villalón y su obra El insólito viaje de una gota de lluvia.
Licenciada en Filología Hispánica y reconocida cantante por canciones tan icónicas en el panorama musical español como La lluvia, María recurre a la conjunción más variopinta para dotar a su literatura del privilegio de su música y su voz. A medida que se sumerge entre las aventuras e inseguridades de Atena, la protagonista, el lector puede poner banda sonora a todo lo que va pasando en el libro gracias al CD adjunto que acompaña la obra. La creadora no se limita a crear personajes, tramas y lugares moviendo los hilos de su don, sino que también pone voz a las emociones y sensaciones. Una vez más, la sinestesia cumple su función otorgando al lector una atmósfera aislante y de ensueño.
Uno de los rasgos que comparten las artes entre sí es su fuerte conexión atemporal: nada tiene que ver el contexto en que se enmarquen para tener una vigencia trascendental en mayor o menor medida. El caso de la adaptación de La leyenda del tiempo (poema vivazmente recitado por el personaje de Arlequín en la obra lorquiana Así pasen cinco años) por parte de Camarón de la Isla cincuenta y ocho años después demuestra que la relación intertextual entre la canción y el poema está más arraigada que nunca.
Camarón incluye en su álbum homónimo otras adaptaciones musicales de poemas del poeta granadino, como Nana del caballo grande o Romance del emplazado, al cual rebautizaría Romance del amargo. La poesía y la música se unen una vez más en una sinestesia de sensaciones donde el lirismo de la primera y el ritmo y melodía de la segunda desembocan en un cóctel explosivo que mueve sentimientos como el recuerdo, la nostalgia y la resiliencia. Camarón cruza un portal (así como ocurre en la serie El ministerio del tiempo, pero a la inversa) donde se encuentra las letras profundas del célebre poeta fusilado para dotarles de una nueva significación musical y hacerle partícipe de las nuevas realidades, las cuales demuestran que García Lorca sigue vivo.
Conmueve a cada una de las generaciones posteriores y nunca morirá.
El Carnaval de Cádiz supone otro maravilloso ejemplo de la unión de música y literatura.
Todos los años, las agrupaciones musicales que van a participar en el concurso oficial (celebrado en el Teatro Falla) se dividen en cuatro modalidades: el coro (de gran número de participantes, acompañados de instrumentos musicales tan vivaces como el laúd y con coplas tan características como el tango), la comparsa (sobre quince componentes), la chirigota (sobre doce) y el cuarteto (de fuerte carácter paródico y de dos a cinco integrantes). Estas agrupaciones interpretan coplas conocidas como pasodobles y cuplés, las cuales derrochan un gran ingenio cómico caracterizado por la ironía, el doble sentido y la caricaturización (caso del primero), aunque en el fondo manifiestan una acentuada disconformidad con el panorama de actualidad del ambiente que les rodea, local o nacional (caso del segundo, de carácter más serio).
Por lo tanto, se puede afirmar que la protesta es una característica innata al pasodoble, donde las letras ofrecen indirectas punzantes y críticas de todo tipo (sociales, políticas, económicas) para revelar la catarsis con el público. De todo este cúmulo de letras (unas más divertidas y paródicas, otras más solemnes y afiladas) se nutren agrupaciones como OBDC de Germán Rendón, la cual a través de su combinación de poesía intravenosa y música cuasi onírica realza una labor de concienciación sobre temas tan olvidados, pero no por ello menos importantes como la ansiedad, el fracaso y el suicidio.